lunes, 12 de marzo de 2012

Información del Tero

El tero, avefría, alcaraván, caravana, fraile, queltehue, leque leque, teruteru, traile, treile, trel o triel (Vanellus chilensis) (antes llamado Belonopterus cayennensis) es un ave del orden de los Charadriiformes y de la familia de los Charadriidae.

Nativa de América del Sur, muy común en muchas zonas de Bolivia, Colombia, Brasil, Paraguay, el Perú, Chile y en las llanuras de Argentina y Uruguay, siendo en éste último el símbolo de la selección nacional de rugby.3

Aunque habita en descampados e incluso en ámbitos urbanos, su presencia es más usual en las cercanías de lagunas y cañadas. También suele vérselo como mascota en los jardines, por sus movimientos simpáticos, alimentación a base de insectos y carácter muy despierto que hace que algunos lo utilicen como señal de alerta.


Su aspecto general es el de un ave pequeña, de colores poco llamativos pero muy elegante y estilizada, coronado por un pequeño y fino copete.

Es una pequeña zancuda de 30 a 35 cm de largo. Su plumaje es negro con mezcla de blanco (debajo del cuerpo), gris y pardo. También presenta algunas pequeñas tonalidades violáceas en la zona del ala. La cola es de tamaño medio. Su cabeza es de color gris con rebordes blancos cerca del ojo y el pico. El pico es corto y de color rojo, salvo la punta que es negra. Los ojos son de color rojo intenso y redondo.

Las patas del tero son largas y finas, de color rojo. Los dedos son tres hacia adelante y uno muy corto hacia atrás. Aunque en días de mucho calor o cuando se encuentra atemorizado repliega completamente sus patas, lo más habitual es verlo descansando apoyándose en una de ellas, mientras que la otra queda pegada al cuerpo. También suele quedar quieto doblando sus patas hacia atrás. Es muy cómico, pues cuando camina o está quieto, hace "agachadas" clásicas aún sin explicación.

Como herramienta de combate tiene debajo de sus alas unas pequeñas prolongaciones óseas de color rojo, llamadas espolones, que usa en los vuelos rasantes que realiza para amedrentar a sus enemigos o cuando combate contra aves rapaces.

Los jóvenes se diferencian de los adultos principalmente por la ausencia de rojo alrededor del ojo y menor cantidad de tonalidades y bandas de colores en las plumas. Las diferencias entre macho y hembra no son detectables a simple vista, aunque las hembras son un poco más pequeñas que los machos.

Se alimentan de insectos pequeños, aunque también comen carne cruda (Es un aliado del hombre en el control de plagas agrícolas) Por este motivo el cuidado durante su cautiverio en un patio es muy sencillo, ya que pasan la mayor parte del tiempo buscando insectos entre las hierbas, mientras que la carne es como un refuerzo. Como la mayoría de las aves, no es conveniente tenerlo en pisos, ya que defecan constantemente gotas blancas de tamaño medio. Aunque su sitio preferido es junto a espejos de agua, su alimentación consiste básicamente en insectos terrestres. Para cazar hacen una pequeña carrera de dos o tres pasos, se detienen y lanzan un picotazo hacia adelante. Otra técnica que utilizan es revolver la tierra con sus patas para poder sentir las lombrices debajo de ella, las que luego extrae con el pico.

Por lo general se agrupan en bandadas, y son muy cuidadosos de sus pichones. Hacen sus nidos en el campo abierto, razón por la cual son muy sensibles ante cualquier ruido o movimiento extraño. Al alarmarse emiten su grito característico, estridente y repetido; este sonido es casi una constante en las zonas rurales del centro y norte de la Argentina. Quienes confían en su actitud como alarmas, aseguran que son excelentes guardianes acompañados de un perro, ya que alertan a estos con sus gritos y producen sonidos diferentes según la especie del intruso.

Es muy astuto para con el cuidado de su nido, pues ante la presencia de un intruso teatraliza la situación echándose como si estuviera empollando, pero en otro lado, para que el visitante se dirija hacia él. En algunas ocasiones hace vuelos cortos alejándose de su nido con la apariencia de no poder volar bien, como si estuviera herido, repitiéndolo varias veces cada vez más lejos hasta que pase el peligro. Muchas veces hace vuelos rasantes sobre el intruso, incluso rozándolo con sus espolones expuestos. En el caso de aves de rapiña o felinos (incluidos los gatos domésticos) entabla peleas con ellos, tras las cuales suele alejarlos.

Tienen un andar curioso, ya que realizan como unas agachadas con el cuello, que semejan un tic nervioso. Los teros realizan viajes cortos, y no suelen abandonar su sitio original. Un comportamiento peculiar son las "visitas" que se realizan entre parejas que habitan territorios contiguos.

Algunas veces ocurren peleas entre machos por la atracción de la hembra, para las cuales utilizan el pico y no los espolones. En el vuelo de atracción revolotean a la hembra con la cabeza lo más erguida posible y la cola hacia abajo.

El nido: es un pequeño hoyo en el descampado apenas delimitado por ramitas y hierbas, y son muy difíciles de notar. Ponen sus huevos a finales del invierno, y la misma pareja puede poner varias veces durante el año. Los huevos se incuban durante 26 días. El color es gris verdoso con manchitas oscuras. Una vez nacidos los pichones, padre y madre se ocupan del cuidado de los críos. Sin embargo, en los últimos años las observaciones de campo han planteado la posibilidad de que algunos teros desarrollen un comportamiento poligínico, es decir que haya más de una hembra por cada macho. Nidos con más de cuatros huevos parecen confirmar esta tesis. Sin embargo, un tercer sistema de cría es mucho más usual: el cooperativismo, bajo la forma de los denominados "tríos". El trío es una pareja más un tercer individuo que no tendría necesariamente que ser una hembra, sino que podría tratarse incluso de un macho emparentado. La función que cumpliría este tercero podría ser la de ayudante en la vigilancia y cuidado del nido, contribuyendo así a la supervivencia de la nidada mediante un comportamiento evidentemente cooperativo. Durante la puesta de huevos y nacimiento de los pichones son animales muy agresivos y vigilantes. Al llegar la noche la madre cobija a los polluelos bajo sus alas. Los mismos quedan bajo cuidado de los padres hasta que aprenden a volar, lo que sucede aproximadamente al mes de vida.

En cautiverio son muy recelosos de los seres humanos, aunque pueden acercarse hasta estos para obtener comida.

Es muy habitual a su vez escuchar la frase hacer como el tero, que hace relación a un llamativo comportamiento del mismo cuando está cuidando sus huevos: mientras grita en un lugar para que los depredadores crean que allí están sus huevos, estos en realidad se encuentran en otro sitio (aunque no muy distantes del sitio que supuestamente cuida). De esta manera se hace referencia a personas que simulan alterarse por un hecho, cuando en realidad lo que quieren es desviar la atención de su verdadero interés. Específicamente, el comportamiento descrito está reflejado en el poema Martín Fierro, del argentino José Hernández (1872-79): «... los teros, / para esconder sus niditos / en un lao pegan los gritos / y en otro ponen los huevos...».

En lo relativo al clima, dicen en la pampa bonaerense que si su canto es muy prolongado y frecuente anuncia lluvia. También hay quienes sostienen que si se lo ve en terreno seco habrá tormenta, y que si el tero deja el río y va a la loma, la creciente asoma.



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